Te interrogas mientras oyes sus respiraciones pausadas mezclarse con el aire de la habitación. La cuna llena de peluches, la cama del espacio libre que bajo sus minúsculos piececillos su pequeño cuerpo irá cubriendo con el paso de los años.
¿Lo estaré haciendo bien? Te
preguntas, y al despertar les sirves el desayuno, lavas los platos, y limpias
sus mofletes manchados de chocolate mientras les oyes hablar ilusionados de esos personajes de dibujos
animados a los que ya conoces por sus nombres y reconoces por sus voces sin necesidad
de mirar la pantalla. Te lo preguntas a menudo, y cada día el plato de comer de
su mesa proviene de las horas que has dedicado a hacer crecer el negocio de
otra, de las largas conversaciones que has mantenido para contentar a tus clientes, de las mañanas en las que
te has enfrentado al indomable viento invernal, todavía de noche, para llegar a
tu silla a mirar una pantalla y responder al teléfono mientras el frío penetra
en tus huesos.
¿Soy una buena madre? Te
cuestionas, y cada tarde revisas sus deberes, corriges sus errores y no hay
día que no aprendan algo nuevo salido de tus labios. Te miran con la admiración
del que cree tener ante sí una gigante capaz de resolver cualquier duda,
poseedora de todo el conocimiento universal. Por eso te preguntan, ante tu
sorpresa por semejante ocurrencia salida de tan joven cabecita, por qué las
nubes son blancas, por qué los perros ladran y dónde vive Dios.
Tienes dudas y te entristece pensar
en los libros que no has conseguido que lean, en los juegos educativos en los
que no has logrado que participen, pero cada noche, cuando el cuento se abre y
dragones y piratas se despliegan ante sus ojos, el brillo en ellos es el color de las
ilusiones, y mientras uno lee, pronunciando lentamente, casi sílaba a sílaba, su
hermanito, aún incapaz de descifrar esos extraños códigos llamados letras, toca
las imágenes con sus manos atraído por los mundos de fantasía que se muestran
ante sí.
Y tú, que en la soledad de tu
cama vuelves a dudar de tu capacidad como madre cuando el silencio invade la
ciudad, durante ese día has viajado con ellos a tu infancia de animaciones que
hablan, has luchado por no gritar cuando rechazaron la comida que con tanto
mimo preparaste para ellos, has tomado el metro para ir a ganarte su educación,
su comida, sus juguetes, sus sueños, y has curado la herida que se hicieron en el
parque, donde también calmaste su llanto entre tus brazos.
Y sin embargo, al final de cada día,
con la cabeza apoyada en tu almohada, la pregunta no para de rondarte en forma
de eterna e inevitable preocupación. ¿Soy una buena madre?
Lo eres.
Muy bueno, Álvaro, resume el día a día de muchos padres y la preocupación en educar bien a nuestros hijos. Que por cierto es muy muy difícil..
ResponderEliminarYo creo que esto va con dedicatoria parcero. Refleja algo que tenemos como personas. Lo que más nos preguntamos como haciéndonos un examen de valor, es aquello que mejor hacemos.
ResponderEliminarAbrazos parcero.
Tus comentarios siempre tan certeros y acertados parcero. No te equivocas.
ResponderEliminarUn abrazo.
¡Genial blog!
ResponderEliminar¿Te pasarías por el mío? Es una webserie, esperamos que te guste así que, si es así, no dudes en compartir
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¡Gracias y continúa así!
Manu S.