martes, 26 de abril de 2011

Historia de un triatlón


Sábado 16 de abril. 18 horas, Sevilla. El sol se alza sobre el río Guadalquivir lanzando sus rayos con menos fuerza a cada minuto que pasa mientras abajo, en tierra firme, centenares de hombres y mujeres realizan los últimos estiramientos enfundados en sus monos de una pieza, una prenda que les acompañará en el reto que tienen por delante: 750 metros de natación, 20 kilómetros de bicicleta y 5 kilómetros corriendo, la distancia correspondiente a un triatlón Sprint, (los inscritos en la categoría Olímpica, que completan el doble de distancia, salieron horas antes). Entre ellos, aún sorprendido de encontrarme presto a lanzarme a las aguas del río, estoy yo. El Triatlón de Sevilla va a empezar y reflexiono sobre cómo he llegado hasta allí. Supongo que todo empezó en México, me digo. En esos kilómetros que zancada a zancada fui recorriendo a lo largo de muchos días de entrenos y carreras. Allí hice mi primer medio maratón, el de la Ciudad de México, con la idea apasionada de acabarlo. Y allí empecé a intuir que los límites de mi cuerpo estaban aún por explorar. Que los 21 kilómetros corriendo por una de las capitales más pobladas del mundo entre los ánimos de una ciudad volcada por su Maratón del Bicentenario eran sólo el principio. Desde fuera, correr es solo un acto aburrido y previsible que consiste en dar una zancada detrás de otra, así lo percibí durante muchos, muchos años. Sin embargo, cuando te sumerges en ello de verdad, la sensación de libertad es única. Pues bien, muchas carreras después, y de la mano de mi hermano Daniel, la osadía que suponía sumar a la carrera dos deportes más, la natación y el ciclismo, empezó a parecerme un reto sumamente atractivo. Y muchos videos y lecturas sobre triatlón después, con apenas dos semanas de entrenamiento, allí estaba, manteniéndome a flote en el agua esperando a que dieran la salida bajo la atenta mirada de familiares y amigos de los participantes.

Como buen novato, y pese a que me habían aconsejado que me situara en un extremo para evitar en la medida de lo posible los inevitables golpes que se dan cuando 300 personas empiezan a nadar a la vez, yo, listo de mi, y con la ambiciosa idea de no ceder gratuitamente ni un centímetro, me coloqué en el centro en primera línea. La salida me confirmó lo que ya sabía. Una mano que golpea mi cara por la derecha, un pie con el que choco al dar la brazada, la mano del de atrás que sube por mi muslo y me hunde haciéndome tragar un poco de agua y pensar fugazmente en lo poco saludable de la cuestión.... y la idea de no parar ni un segundo de dar brazada tras brazada entre el agobio de verte asediado por todos lados. Tras un fulgurante comienzo en que los nadadores más experimentados se colocan en los primeros puestos, me estabilizo en la mitad del grupo manteniendo el ritmo e intentando controlar la respiración. Pasamos por las boyas que señalizan el recorrido a seguir y nuevos golpes llegan de improviso en un nuevo atasco de nadadores. Me llevo un puñetazo que me desconcierta y me deja medio k.o. así que me pongo bocarriba impulsándome con los pies por unos segundos para recuperar el aliento. Funciona y vuelvo al tajo, brazada derecha, brazada izquierda, sacar la cabeza, respirar, brazada izquierda, brazada derecha...al sacar la cabeza veo que hay nadadores a mi lado así que me consuelo pensando que al menos estoy siguiendo bien el camino. Nada más lejos de la realidad. Unos metros más adelante, la piragüa que acompaña a los nadadores por seguridad, para ayudar en el desafortunado caso de que a alguno le diera una lipotimia (o se llevara una leche como la mia de antes) y se hundiera, nos indica que nos estamos desviando del camino. Elevo la cabeza mientras nado y me doy cuenta de que lleva razón, así que enderezo el rumbo y empiezo a notar que se me está haciendo un poco largo esto de nadar. Por fin, 18 minutos después de la salida, subo la rampa colocada en el río y me dirijo hacia boxes, donde la bicicleta me espera. Doy una rápida ojeada hacia atrás y veo con alivio que aún queda gente en el río. ¡No voy a ser el último al menos!



Gafas de nadar fuera, gorro fuera, gafas de bici dentro, casco dentro, calcetines y zapatos para la bici (calas), dentro. Un trago de aquarius, caliente tras unas horas expuesto al sol, para hidratar un poco, y adelante de nuevo. Go, go, go, vamossss. Corro agarrado a la bici saliendo de la zona de transición y por fin me coloco sobre el sillín para empezar a pedalear. Las calas se acoplan a los pedales y aún empapado por la prueba de natación, comienzo a sentir que el frescor del aire va poco a poco secándome. Los 20 kilómetros de bicicleta los afronto con muchas ganas, el recorrido es prácticamente llano y mantengo una velocidad superior a 30 kilómetros hora durante su mayor parte. No pasa mucho tiempo cuando empiezan a pasarme bastantes ciclistas a velocidades de vértigo. Yo cazo a unos pocos. Voy feliz sobre la bici, riendo con las miradas curiosas de personas que pasan por allí y se topan con la prueba, saludando a otros que dan ánimos, y tomando las rotondas y curvas con muy poco riesgo, frenando bastante (no vayamos a acabar por los suelos que es el debut hombre). 20 kilómetros después, y tras completar dos vueltas al circuito cerrado al tráfico establecido por la organización, llego de nuevo a boxes para una nueva transición. Fuera calas, fuera casco, dentro zapatos de running. Me quedo con las gafas de sol y empiezo a correr. Pronto noto que las piernas están cargadas por el esfuerzo hecho sobre la bici, pero aún así, correr es, con diferencia, mi mejor sector, y lo noto cuando empiezo a adelantar a decenas de triatletas que tras nadar y pedalear no andan ya muy sobrados de fuerzas. El parque del Alamillo nos recibe y mantengo un ritmo sin sobresaltos, estable, con el que completo los 5 kilómetros en 23 minutos alzando los brazos al llegar a meta 1hora y 25 minutos después de la salida de natación. ¡Ya soy triatleta! Pienso. La organización del evento nos proporciona aquarius, agua, frutos secos, manzanas, peras y hasta cruzcampo y nos regala la camiseta técnica de recuerdo. Cojo de todo menos cerveza (que no sirva de precedente). Otro recién llegado me habla de lo bien que entra el aquarius y le doy la razón. Voy a por la bicicleta y el resto de cosas, pues me quedan 10 kilómetros por hacer camino a casa. Estoy contento. Pese a los golpes nadando, las rotondas con la bici, o las piernas cargadas corriendo. Ha sido divertido y repetiré. ¡No cabe duda!

PD: Dedicado a mi hermano Dani, que por una desafortunada lesión el día antes no pudo acompañarme en el Triatlón, que él iba a completar en distancia Olímpica (1,5 kms nadando, 40 en bici y 10 corriendo).

PD1: Quedé en el puesto 300 de entre 500 participantes en mi categoría. Me doy por satisfecho, al haberlo hecho prácticamente sin entrenar tengo margen de mejora.