viernes, 11 de marzo de 2011

Una pausa

Una pausa, con su permiso, para escribir un texto sin pausa. Que se pueda rapear, que se pueda cantar. Una canción triste. De resaca en un día gris. De sueños sin cumplir. Una vida tirada entre copas. Como Bukowski pero sin su talento. Es difícil explicar como me siento. Vacío, desmotivado. Leer noticias en la noche en mi portátil no es lo mismo sin que duermas a mi lado. Mientras sueñas aunque al despertar no recuerdes nada. Y solo te estires. Yo iba de una página a otra, leyendo como un adicto a la novedad. Mi dosis de información en español, inglés y francés. Y tú me dices duérmete, abrázame, quiéreme. Pero mi sed no se calmaba, era un yonqui. Un terremoto, un atentado, es un corrupto, golpe de estado. Y en la habitación oscura solo necesitabas un beso, unas palabras, llenas de magia, abracadabra. Esos susurros de frases hechas. Cuánto te quiero, que dulce cuando duermes, eres un ángel. Respirabas a mi lado y hoy, el día está nublado, yo atormentado. En un triste desahogo de marzo, un mes sin historia, ni frío ni calor. Incomprendido, decepcionado, sin ti a mi lado. El sofa es la tumba, la television me atonta, embelesado. En un día de resaca sin sentido. De frases cortas y caras largas. El tiempo se detiene en la burguesa Europa. No pasa nada. Aquí no pasa nada. Un fácil bienestar de vidas calculadas. Aquí nazco, aquí crezco, aquí mi coche, mi boda, mis hijos. Aquí. Miles de vidas grises y anestesiadas llenas de felicidad. Aquí. Saben el nombre del panadero, del carnicero, del frutero, y el tiempo pasa, los árboles pierden sus hojas y las recuperan, ellos pierden el pelo y no vuelve. Tampoco sé si ella volverá. Los días ya no son lo que eran. Una pausa, para reflexionar. Ya no quiero cambiar el mundo, ya me resigné. Acepté mi condición de gota de agua en el mar, de hormiga en el hormiguero, de insignificante mota de polvo. Poco que aportar que otros no hayan dicho o hecho antes. Repetitivo. Una existencia destinada a acabar en olvido. Y en soledad, todos pensamos que tenemos algo especial, diferente. Ellos no saben lo que guardamos en la mente, qué potencial, sin explotar. Hola Roberto, qué tal estás, mis hijos bien, mi madre mal. Y al mayor no sé que le pasa, lo dejó con su novia y se la pasa en casa, desmotivado, atormentado. Escribe un blog y no sonríe. Él no lo sabe, pero lo leo, y dice cosas raras sobre nombres de fruteros y pelo y hojas que caen. Pobre chico. No te preocupes, se le pasará, es normal. La edad. Abocado a la cómoda mediocridad. Me desahogo lanzando alegatos (anti) optimistas, (anti) sedentarios contra la dictadura de la felicidad aprovechando un día gris de marzo y que ya no respiras mientras leo. Y de vez en cuando salgo, río, grito, corro, salto y bebo. Enloquezco. Al día siguiente todo sigue siendo gris y el mundo sigue viendo con recelo cualquier proclama contra la agobiante normalidad. Contra su modelo de funcionarios. De 9 a 2. De lunes a viernes. Palabras que son aire y se las lleva el viento, habría dicho Becquer. Y dime tú, cuando el amor termina, sabes tú a dónde va. Una pausa, con su permiso, para escribir con la yema de los dedos un poco más de aire. Un poco más de viento.