lunes, 2 de julio de 2012

La caja mágica de Orlando

El 11 de julio se cumplirán dos años desde que escribí esta historia, y hoy México eligió al presidente que debe cambiar el país para que no se tengan que escribir nunca más.


Álvaro Sánchez
EL MUNDO DE CÓRDOBA

“A mi no me da miedo pero a él sí, cuando llueve se mete en una cajita que tenemos ahí”.
La voz infantil de Eduardo Peralta desvela el escondrijo desde el que Orlando, su hermano pequeño, oye las gotas de lluvia chocar contra el suelo con la inundación del pasado año como vago recuerdo convertido en pesadilla para su frágil memoria de niño de dos años y medio.
Como hermano mayor sus palabras desbordan la ingenua valentía que le dan sus escasos seis años, tiempo en el que la cercanía de su hogar al caudal por donde circula el agua le ha hecho convivir con la fuerza veraniega de un río San Antonio que se torna salvaje e indomable cuando la lluvia lo alimenta haciéndole crecer desproporcionadamente.
Eduardo no se guía por cuadras y avenidas, sus puntos de orientación son arriba, donde están las casas de sus amigos y juega al futbol haciendo rebotar un balón contra una pared, y abajo, donde se encuentra su vivienda, a la que llega empapado y enlodado cuando las nubes arrojan despiadadamente el líquido elemento sin avisar, cuando su barrio se inunda.

“Y luego llegan las gripas”. Aurora Lechuga Silva, abuela de los pequeños, pone la voz de la cordura y el comprensivo reproche. Ejerciendo de abuela y madre por las 10 horas diarias que su hija pasa fuera dedicada a la limpieza de casas para que nada les falte a Eduardo y Orlando, los 30 años que lleva viviendo junto al río San Antonio la convierten en la mejor conocedora de lo que es capaz de hacer, no en vano, la antigua vivienda que habitaba, muy cerca de la actual, fue arrasada por el agua.
Hubo que empezar de nuevo, y su marido, que trabaja de albañil de 6 a 6, se afanó hace siete años en construir la casa que hoy sirve de refugio a los cinco miembros de la familia. “Nos llega para vivir, a lo pobrecito, pero sí”, sostiene Aurora sin perder la sonrisa. El pasado agosto una inundación les hizo desalojar la casa por unas horas y este año, hace tan solo dos días, Protección Civil les visitó para pedirles que se marcharan a un albergue en Colorines. “No queremos irnos porque no podemos llevar todo y podrían robarnos lo poquito que tenemos como ha sucedido en otras inundaciones”, se excusa Aurora.

Entre lo poco que podrían llevarse, dos roperos y la televisión donde Eduardo y Orlando ven las caricaturas de Max Steel y algún partido casual. “Le voy a Los Pumas, me gusta el animalito”, cuenta con tan convincente motivo Eduardo, que acaba de terminar el kínder.
La lluvia da una tregua fuera y el río corre aún lejos de sus niveles más altos. “Me asusta, ahorita no nos ha espantado pero luego sube hasta arriba. Agosto y septiembre son peligrosos”, cuenta Aurora.

La temporada de lluvias apenas da sus primeros pasos y no serán pocas las carreras de Orlando hasta el interior de la ‘mágica’ caja de cartón que le protege de rayos y truenos como si se tratara de un elemento de ficción más de caricaturas televisivas como Max Steel. Puede estar tranquilo, Eduardo, su valiente hermano mayor, no le dejará sólo.

1 comentario:

  1. Asì es Àlvaro, recuerdo esta crònica. Ya se eligió el presidente y todo anda crispado por acá, muchas inconformidades. Abrazos parcero.

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