La habitación no existía. Todo era negrura mezclada con
respiración agitada. El olor a alcohol aún perduraba en el inexistente cuarto. Entonces abrió los ojos.
Eleuterio: Joderrrrrrrrrr. Mierda de alcohol, vaya resaca. (Toca el botón de la lámpara y la luz se enciende haciendo existir a la habitación inexistente).
Alertado por el sonoro quejido, aparece en la puerta un joven.
Dámaso: Rata peluda ayer te ahogaste bien eh.
Eleuterio: Te diría que sí, pero no me acuerdo.
Dámaso: Tampoco me acuerdo de cuando nací y sé que ocurrió.
Eleuterio: No me vengas con filosofías baratas a estas horas
eh.
Dámaso: Si son las 4 de la tarde chiquillo.
Eleuterio: Vale para cualquier hora del día. Es como el
cartel de “hoy no se fía” que tiene colocado el tipo de la tienda. Nunca lo
retira. El “a estas horas” es así.
Dámaso: Pues podría poner directamente “no se fía” quitando
el hoy ¿no crees?
Eleuterio: No, no lo creo.
Dámaso: Te gusta llevar la contraria.
Eleuterio: No es así.
Dámaso: Decir lo opuesto siempre.
Eleuterio: Totalmente falso. Injuria.
Dámaso: Te gusta discutir, eso es todo. En el fondo no me
molesta, combate el aburrimiento.
Eleuterio: No pienso igual. La discusión debe tener siempre
un motivo, si no es algo artificial e inútil.
Dámaso: Conversar nunca es inútil.
Eleuterio: Pero tú si lo eres.
Dámaso: El alcohol de ayer te pone más combativo.
Eleuterio: Odio el alcohol.
Dámaso: Odios y más odios. Deberías suprimir esa palabra de
tu vocabulario.
Eleuterio: No es una palabra. Es un sentimiento. Y no me
hables como un hippie del 68 por favor. No resultas creíble.
Dámaso: Ya. Tú transmites más credibilidad que yo ahí hecho
una piltrafa en la cama. Y te recuerdo que los sentimientos se explican con
palabras.
Eleuterio: Los sentimientos no se explican. Se sienten y
punto.
Dámaso: Siempre fuiste más de sentir que de pensar.
Eleuterio: Siempre fuiste más de pensar que de sentir.
Dámaso: Cuéntame que pasó ayer.
Eleuterio: Ayer son flashes.
Dámaso: Descríbeme las fotos pues.
Eleuterio: Ayer fui rey del mundo por unas horas.
Dámaso: Dulce y efímero trono el del borracho. ¿Y tuviste súbditos?
Eleuterio: Súbdita. Venezolana, 26 años.
Dámaso: Atiza, nunca cambiarás.
Eleuterio: Ya sabes que las españolas nunca me interesaron.
Y deja de usar expresiones pasadas de moda. Me irritas.
Dámaso: Lo sé, por eso lo hago. También sé que prefieres la
sangre joven llegada de más allá del Atlántico. Conquistar de nuevo lo que fue
nuestro y un día perdimos.
Eleuterio: Nunca fue mío.
Dámaso: Tienes razón. Pero si a unos cuantos locos no se les
llega a ocurrir eso de subirse a un trozo de madera hace 500 años, ayer no
habrías tenido súbditos ni súbditas porque tu inglés es horrible.
Eleuterio: ¿No hablarían una lengua maya, inca o algo de
eso?
Dámaso: No. Los gringos habrían arrasado, igual que hicieron
con los indios.
Eleuterio: Vaya. Gracias Cristóbal Colón.
Dámaso: Y la venezolana por lo que veo tampoco fue tuya. Has
dormido solo.
Eleuterio: Del beso al sexo hay un trecho.
Dámaso: Un pequeño paso diría yo.
Eleuterio: Dices mucho y haces poco.
Dámaso: ¿Me estás llamando perro ladrador?
Eleuterio: Ojalá fueras un perro. Vendrías a lamerme junto a
la cama en lugar de darme discursitos a estas horas.
Dámaso: ¡Qué son las 4!
Eleuterio: ¡Qué no me importa!
Sigues siendo el rey
ResponderEliminarNo sé si la venezolana fue real, pero me parece bien que hay un poco de la influencia de Beckett en esta historia ?
ResponderEliminarNo no fue real. No conocí ninguna venezolana de 26 años :) Es un texto mezcla de ficción y realidad. Sí hay influencia de Beckett la verdad. Leer teatro me ha dado ganas de escribir teatro, y los diálogos de Beckett son muy ágiles, muy directos y rápidos de leer. Por eso quise transmitirlo así.
ResponderEliminar