sábado, 17 de diciembre de 2011

Diálogos con resaca (I)


La habitación no existía. Todo era negrura mezclada con respiración agitada. El olor a alcohol aún perduraba en el inexistente cuarto. Entonces abrió los ojos.

Eleuterio: Joderrrrrrrrrr. Mierda de alcohol, vaya resaca. (Toca el botón de la lámpara y la luz se enciende haciendo existir a la habitación inexistente).
Alertado por el sonoro quejido, aparece en la puerta un joven.

Dámaso: Rata peluda ayer te ahogaste bien eh.
Eleuterio: Te diría que sí, pero no me acuerdo.
Dámaso: Tampoco me acuerdo de cuando nací y sé que ocurrió.
Eleuterio: No me vengas con filosofías baratas a estas horas eh.
Dámaso: Si son las 4 de la tarde chiquillo.
Eleuterio: Vale para cualquier hora del día. Es como el cartel de “hoy no se fía” que tiene colocado el tipo de la tienda. Nunca lo retira. El “a estas horas” es así.
Dámaso: Pues podría poner directamente “no se fía” quitando el hoy ¿no crees?
Eleuterio: No, no lo creo.
Dámaso: Te gusta llevar la contraria.
Eleuterio: No es así.
Dámaso: Decir lo opuesto siempre.
Eleuterio: Totalmente falso. Injuria.
Dámaso: Te gusta discutir, eso es todo. En el fondo no me molesta, combate el aburrimiento.
Eleuterio: No pienso igual. La discusión debe tener siempre un motivo, si no es algo artificial e inútil.
Dámaso: Conversar nunca es inútil.
Eleuterio: Pero tú si lo eres.
Dámaso: El alcohol de ayer te pone más combativo.
Eleuterio: Odio el alcohol.
Dámaso: Odios y más odios. Deberías suprimir esa palabra de tu vocabulario.
Eleuterio: No es una palabra. Es un sentimiento. Y no me hables como un hippie del 68 por favor. No resultas creíble.
Dámaso: Ya. Tú transmites más credibilidad que yo ahí hecho una piltrafa en la cama. Y te recuerdo que los sentimientos se explican con palabras.
Eleuterio: Los sentimientos no se explican. Se sienten y punto.
Dámaso: Siempre fuiste más de sentir que de pensar.
Eleuterio: Siempre fuiste más de pensar que de sentir.
Dámaso: Cuéntame que pasó ayer.
Eleuterio: Ayer son flashes.
Dámaso: Descríbeme las fotos pues.
Eleuterio: Ayer fui rey del mundo por unas horas.
Dámaso: Dulce y efímero trono el del borracho. ¿Y tuviste súbditos?
Eleuterio: Súbdita. Venezolana, 26 años.
Dámaso: Atiza, nunca cambiarás.
Eleuterio: Ya sabes que las españolas nunca me interesaron. Y deja de usar expresiones pasadas de moda. Me irritas.
Dámaso: Lo sé, por eso lo hago. También sé que prefieres la sangre joven llegada de más allá del Atlántico. Conquistar de nuevo lo que fue nuestro y un día perdimos.
Eleuterio: Nunca fue mío.
Dámaso: Tienes razón. Pero si a unos cuantos locos no se les llega a ocurrir eso de subirse a un trozo de madera hace 500 años, ayer no habrías tenido súbditos ni súbditas porque tu inglés es horrible.
Eleuterio: ¿No hablarían una lengua maya, inca o algo de eso?
Dámaso: No. Los gringos habrían arrasado, igual que hicieron con los indios.
Eleuterio: Vaya. Gracias Cristóbal Colón.
Dámaso: Y la venezolana por lo que veo tampoco fue tuya. Has dormido solo.
Eleuterio: Del beso al sexo hay un trecho.
Dámaso: Un pequeño paso diría yo.
Eleuterio: Dices mucho y haces poco.
Dámaso: ¿Me estás llamando perro ladrador?
Eleuterio: Ojalá fueras un perro. Vendrías a lamerme junto a la cama en lugar de darme discursitos a estas horas.
Dámaso: ¡Qué son las 4!
Eleuterio: ¡Qué no me importa!